La salida de Paqui pegó fuerte en el corazón del hincha celeste: el argentino terminó con una sequía importante de presencias internacionales, cuyo último recuerdo fue aquel viaje a la mitad del mundo donde Arán y cuerpo técnico sentenció su paso por Rancagua. 

Pero su partida, dilatada por muchas reuniones tratando de convencerlo, tapaba otra tragedia: dos pilares de la campaña también se despedían de la ciudad histórica. Lugo y el “Tigre” Romero no podían ser retenidos. 

Lugo, caso similar al de Matías Vera con Milito en el banco, significaba una jugada arriesgada en lo económico. Su paso por la Liga de Primera lo puso en vitrina y su próximo paso será seducido por los dólares del fútbol azteca. 

Romero,  el “9” añorado y suplicado por los fieles del Capo, llegó con fecha de vencimiento: el delantero centro argentino encontró en Rancagua la excusa perfecta para volver a sonreír. Llegó solo para el segundo semestre. 

O’Higgins volvió a confiar en futbolista con jerarquía bajo la fórmula del préstamo, y le dio réditos con el Chile 3. Pero como el dicho: “Nunca te enamores de un jugador a préstamo”. 

Romero y Lugo hoy, antes fueron Oroz y Vega. El enamoramiento del Capo de Provincia siempre tiene fecha de término.